lunes, 5 de octubre de 2009

Trigésima sexta reflexión.

“En ti, Señor, me refugio; no quede yo defraudado; líbrame por tu bondad,
hazme caso, date prisa en socorrerme.
Sé para mí roca de amparo y fortaleza protectora.
Tú eres mi roca y mi fortaleza:
guíame y condúceme por el honor de tu nombre.
Sácame de la red que me han tendido, pues tú eres mi auxilio.
A tus manos confío mi espíritu; tú, Señor, el Dios fiel, me rescatarás.
Tú rechazas a los que adoran ídolos vanos, pero yo confío en el Señor.
Me llenaré de júbilo y alegría por tu amor:
Porque has visto mi sufrimiento y conoces mi angustia;
No me entregaste en poder del enemigo, me dejaste caminar en libertad.
¡Sean fuertes y anímense,todos los que esperan en el Señor!”. (Sal. 31, 2-9, 25).
TAS

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