jueves, 15 de octubre de 2009

Trigésima séptima reflexión.


“Dios de los padres y Señor de la misericordia, que con tu palabra hiciste todas las cosas y en tu sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre tus criaturas,
y para regir al mundo con santidad y justicia, para administrar justicia con rectitud de corazón: Dame la sabiduría asistente de tu trono y no me excluyas del número de tus siervos. Contigo está la sabiduría, conocedora de tus obras, que te asistió cuando hacías el mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y lo que es recto según tus preceptos. Mándala de tus santos cielos, y de tu trono de gloria envíala, para que me asista en mis trabajos y venga yo a saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas, y me guiará prudentemente en mis obras y me guardará en su esplendor”.(Sab. 9, 1-4, 9-11).

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