“Tengo siempre presente al Señor: Con él a mi derecha jamás fracasaré. Por eso se me alegra el corazón, hacen fiesta mis entrañas, y todo mi ser descansa tranquilo; porque no me abandonarás en el abismo, ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción. Me enseñarás la senda de la vida, me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha”. (Sal. 16, 8-11).
TAS
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