lunes, 14 de septiembre de 2009

Trigésima tercera reflexión.

“Señor, el rey se alegra por tu fuerza,¡Cuánto goza tu victoria!
Tú le concedes lo que desea su corazón,
no rechazas la oración de sus labios.
Te apuras a bendecirlo con el éxito,
pones en su cabeza una corona de oro puro.
Te pidió vida y se la concedes; prolongas sus días para siempre.
Gran fama le trajo tu victoria, lo rodeas de honor y majestad;
le concedes bendiciones abundantes,
lo colmas de felicidad en tu presencia.
El rey confía en el Señor y puesto que el Altísimo lo ama, jamás fracasará. (Sal. 21, 2-8).
TAS

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