“Señor, el rey se alegra por tu fuerza,¡Cuánto goza tu victoria!
Tú le concedes lo que desea su corazón,
no rechazas la oración de sus labios.
Te apuras a bendecirlo con el éxito,
pones en su cabeza una corona de oro puro.
Te pidió vida y se la concedes; prolongas sus días para siempre.
Gran fama le trajo tu victoria, lo rodeas de honor y majestad;
le concedes bendiciones abundantes,
lo colmas de felicidad en tu presencia.
El rey confía en el Señor y puesto que el Altísimo lo ama, jamás fracasará. (Sal. 21, 2-8).
TAS
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