“Insuficiente y breve es todo consuelo humano. El consuelo suficiente y verdadero es el que Dios, que es la verdad, regala a nuestro espíritu.
“Bendito sea el Señor y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones. (2 cor.1).
La persona de fe y de piedad lleva consigo a todas partes a Jesús, el gran consolador, y le dice: Jesús, Señor mío, acompáñame siempre y dondequiera. Que yo sea capaz de independizarme de los consuelos humanos.” (Im. de Cristo Libro II, cap. 15).
TAS
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