martes, 18 de enero de 2011

Octogésima cuarta reflexión.


“En cambio tú, Señor, en las alturas, permaneces para siempre.
Porque mueren, Señor, tus enemigos,
Y desaparecen todos los malhechores.
Pero a mí me das la fuerza de un búfalo,
Y derramas sobre mí aceite nuevo.
Mis ojos verán caer a los que me acechan,
Y a mis oídos llegará la derrota de los que me atacan”. (Sal.91,9-12).

TAS

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