“Asimismo el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos orar como es debido, y es el mismo Espíritu el que intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar.
Por su parte, Dios, que examina los corazones, conoce el pensar de ese Espíritu, que intercede por los creyentes según la voluntad de Dios.
Sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que él ha llamado según sus planes. (Rom. 8,26-28).
TAS
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