“Hay muchos que dicen: “¿Quién nos mostrará la felicidad?”
Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro,
pues, tú Señor, me das más alegría,
que si tuviera trigo y vino en abundancia.
Me acuesto tranquilo y en seguida me duermo,
porque sólo tú, señor, me haces descansar en paz”. (Sal. 4, 7-9).
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