“Tú no eres un Dios que ame la maldad;
el malvado no encuentra refugio en Ti,
ni el necio resiste tu mirada.
Tú rechazas a los que hacen el mal;
haces perecer a los mentirosos,
al hombre sanguinario y traicionero lo detesta el Señor.
Pero yo, por tu gran amor, entraré en tu casa;
me postraré en tu santo templo con toda reverencia Señor”. (Sal. 5, 5-8).
TAS
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