martes, 30 de junio de 2009

Vigésima segunda reflexión.

“Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados,
ni se entretiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta con los arrogantes,
sino que pone su alegría en la ley del Señor,
meditándola día y noche.
Es como un árbol plantado junto al río:
da fruto a su tiempo y sus hojas no se marchitan;
todo lo que hace le sale bien”. (Sal. 1, 1-3).
TAS

1 comentario:

Anónimo dijo...

No deberíamos ser excluyentes. YO me siento con los arrogantes, no porque sea arrogante, sino para que vean la diferencia y creo que la historia indica que Jesus se entregó a los pecadores para salvarlos, no para hacerlo a un lado.